Javier Blázquez engarza un pregón de pasiones desnudas y comprometidas
28 de marzo de 2012
"¡Qué grande es la religiosidad popular!", proclamó como cofrade en su relato pasional con el que anunció la Semana Santa
|| Bajó hacia el teatro Liceo como si no fuera a anunciar la celebración "a la que ha entregado los desvelos más preciados de su vida". Y volvió a subir sin ser consciente aún de que durante cerca de cincuenta minutos había hecho disfrutar a Salamanca "de la ilustrada impronta de su pasión".
Francisco Javier Blázquez Vicente, miembro fundador de la Tertulia Cofrade Pasión, pregonó ayer la llegada de las procesiones en la ciudad. Lo hizo, tal como le presentó su amigo Ferreira Cunquero minutos antes, como un "cofrade que se distingue por haber contribuido, desde el
punto de vista intelectual, a esclarecer las huellas histórico-tradicionales
que autentifican la riqueza costumbrista de nuestra Semana
Santa". El mismo Dios quiso bajar a escucharle: el Cristo de la Agonía Redentora, al que acompaña cada madrugada del Jueves Santo, estuvo junto a él pendido del cielo de un escenario místico para un pregón ovacionado por cuantos llenaron el Liceo, entre ellos el obispo.
Javier Blázquez junto al Cristo de la Agonía Redentora | Fotos: Pablo de la Peña |
Javier engarzó un relato pasional en el que desnudó su fe y defendió como pocos la religiosidad popular. Un texto que comenzó ante el Cristo de la Agonía Redentora y concluyó ante la cruz triunfante del Lignumn Crucis de la Vera Cruz, "símbolo de la victoria". Agradecido, descubrió un pregón escrito "a impulsos de sentimiento y de pasión" y se definió, en inusitada confesión, como "un cristiano de a pie, un jornalero de la fe a la vez que buscador de la verdad". "Soy uno de los vuestros, comparto los mismos
sentimientos, remo en el mismo barco", indicó a los cofrades.
"La Semana Santa popular está tan arraigada en nuestra forma de ser y sentir que va mucho más allá del hecho religioso", argumentó en el proemio que abría cinco escenas construidas ante diferentes tallas de nuestra Semana Santa. En su vía dolorosa, Javier defendió la "oración con frecuencia balbuceante, a veces heterodoxa, pero siempre sincera, lo suficientemente sincera como para mostrar a todos que los senderos del Señor […] siguen siendo hollados por miríadas de caminantes".
"La Semana Santa popular está tan arraigada en nuestra forma de ser y sentir que va mucho más allá del hecho religioso", argumentó en el proemio que abría cinco escenas construidas ante diferentes tallas de nuestra Semana Santa. En su vía dolorosa, Javier defendió la "oración con frecuencia balbuceante, a veces heterodoxa, pero siempre sincera, lo suficientemente sincera como para mostrar a todos que los senderos del Señor […] siguen siendo hollados por miríadas de caminantes".
En primer lugar, acudió a postrarse al retablo de Andrés Alén junto al Cristo "más humano" de la Oración del Huerto "en la noche oscura por la que pasa todo aquel que se enfrenta a
su destino", antes de encaminar sus pasos hacia la "paradoja del Redentor Redimido", el Rescatado de sus devociones, "la llama de amor viva que de amor quema las entrañas e
ilumina entre las sombras de esa noche que deja de ser oscura". El Cristo que "en su afán de asemejarse al hombre consintió
ser también redimido, como un cristiano más de los que penaron en las tierras
del islam".
Recordó a Francisco Rodríguez Pascual y Luis Monzón, maestro y amigo de Pasión. Y se sentó ante "la talla soberbia de Larra Churriguera, que taladra y que
interpela con su mirada" por la "ternura entristecida de su mirada". Y de ahí a la cuarta: "El rostro de Cristo, que también agonizó, por fuerza ha de
parecerse al de la iglesia de los capuchinos", pronosticó al avanzar hasta la capilla del crucificado al que, "aunque ya no puede rezarle en la calle, la Semana Santa salmantina sigue
considerando suyo".
Ensalzó la solemnidad de la promesa de silencio de la Hermandad Universitaria, "protagonista del acto que mejor
sirve para proyectar la imagen de Salamanca en el exterior", y no escatimó piropos para la Virgen de Salvador Carmona: "El dolor de la madre en Salamanca tiene también un rostro
bello y aniñado, que si la cara es espejo del alma, ante el paso de la Piedad
solo queda exclamar ¡qué grande eres Madre mía!".
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