"Llamar imagineros a escultores como Juan de Juni no tiene ningún sentido"
29 de febrero de 2016
Ricardo Flecha pronunció el pasado sábado la conferencia "Imaginería versus escultura" en la Tertulia Cofrade Pasión
|| El escultor zamorano Ricardo Flecha pronunció el pasado sábado en la Tertulia Cofrade Pasión la conferencia "Imaginería versus escultura". Con ella, pretendía "demostrar que la imaginería nació en el siglo XIX como respuesta de la Iglesia más tradicional a los cambios producidos por la escultura a mediados de ese siglo y que no obedece a un concepto ni técnico ni estético, sino a un concepto creativo y de contenido". Porque, para Flecha, "escultura e imaginería son dos actividades completamente distintas, no antagónicas, en su concepto y en el sentido de la idea que se quiere representar".
A continuación, un resumen de algunas de las ideas expuestas por Flecha:
La escultura, como toda actividad humana, ha sufrido a lo largo de los tiempos variaciones según ha evolucionado el pensamiento humano. De esta manera, aunque se denomine de igual modo, nada tiene que ver la actividad escultórica que realizaba un hombre del siglo XVI a como se desarrolla hoy. Se suele denominar imaginería a escultura en madera y policromada que represente un tema religioso. Eso es un gran error.
Se suele denominar imaginería a escultura en madera y policromada que represente un tema religioso. Es un error.
La escultura, como todas las artes, sufrió un cambio considerable tras la segunda exposición internacional en París en 1855. Allí se exhibieron juntas, por primera vez, obras de arte de distintas culturas y lugares en un mismo espacio. Después de esa muestra el arte no volvió a ser el mismo. Deja de ser solo un objeto decorativo o funcional. Los estados comienzan a considerar sus obras de arte un bien a proteger ya que por medio de ellas se podía medir su poder cultural. Y aparecen las enseñanzas artísticas. Se compran esculturas para adornar plazas y calles, pinturas para los salones del gobierno. Se crean las escuelas de artes y oficios donde se potencia el valor de la artesanía como objeto artístico no solamente funcional.
Y surge lo más importante, desligar la obra del encargo. Comienza a no haber un motivo económico para crear una obra, nace la importancia del creador y con él, aparece la obra personal de un artista. La obra adquiere un valor por sí misma y pasar a ser un objeto independiente. A esto hay que unir algo más importante, la mujer empezó de pleno derecho a ser considerada creadora y capacitada de poder expresar sus ideas.
Un momento de la conferencia de Flecha | Fotos: Pablo de la Peña |
En 1855 la Iglesia estaba sumida en un proceso de renovación tras asimilar los cambios que se habían producido en la sociedad y en el pensamiento tras la etapa ilustrada y la Revolución Francesa. Iglesia empobrecida por el liberalismo que la aparta del poder, tiene necesidad de buscar imágenes baratas y que lleguen al público y que cubran las necesidades devocionales que demandan los fieles y que los talleres de escultores no provén.
En el París contrarrevolucionario, surge, en los aledaños de la iglesia de San Suplicio, una serie de talleres, auspiciados por los salesianos donde nace el fenómeno de la imaginería
Por esos días surge en el París contrarrevolucionario, en los aledaños de la iglesia de San Suplicio, una serie de talleres, auspiciados por los salesianos cuyo fin era recuperar las imágenes que la revolución francesa había destruido. Sera en estos talleres donde nazca el fenómeno de la imaginería religiosa. Era imágenes de circunstancias, realizadas con materiales pobres como el yeso o las pastas cálcicas, pero cuyo acabado evocaba las antiguas imagines barrocas realizadas en mármol o en madera estofada. Es lo que los franceses llamaron “sculpture imaginaire”, que debe de traducirse como “escultura imaginaria” o “ficticia”. Se consiguió algo que hasta esos días fue impensable, popularizar las devociones y logra que en todas las casa de Francia hubiese una imagen a la que llevar los rezos.
Este modelo llega a España de la mano de los pintores Joaquim Vayreda y Josep Berga, que dirigían la Escuela de Dibujo de Olot, germen de una floreciente industria
Este modelo llega a España de la mano de los pintores Joaquim Vayreda y Josep Berga, que dirigían la Escuela Pública de Dibujo de Olot. Ambos preocupados por la falta de salida profesional de sus alumnos decidieron montar un taller donde decorar esas imágenes realizadas en Francia y vender a las iglesias locales. Ese fue el germen de la floreciente industria que se creó en esa ciudad de imágenes religiosas realizadas en serie y de bajo coste. El auge de esta industria se asentó a partir de un decreto eclesiástico, promulgado en 1887, que permitía que un nuevo producto, el cartón-madera, pudiera bendecirse, ya que estaba reservado a la madera y materiales nobles y preciosos, y, en consecuencia, recibir culto.
Un decreto eclesiástico promulgado en 1887 permitía que un nuevo producto, el cartón-madera, pudiera bendecirse
A la par del fenómeno de Olot, concurre en España un acontecimiento especial. La industrialización del país hace surgir una burguesía tradicional de fuerte raigambre campesina y de férreas ideas tradicionales que se alía con una Iglesia en permanente disputa con un liberalismo anticlerical. La estética de la Iglesia busca refugio el su esplendoroso pasado barroco que nunca abandono del todo. Esto hace que surja en muchas ciudades el renacimiento de una nueva Semana Santa, de carácter urbano, que necesita nuevas imágenes continuadoras de la estética barroca.
La estética de la Iglesia busca refugio el su esplendoroso pasado barroco que nunca abandono del todo. Esto hace que surja el renacimiento de una nueva Semana Santa urbana
Pero los escultores que realizan arte religioso desarrollan su trabajo bajo un concepto neoclásico y con una nueva idea regeneradora. Una de las características de este nuevo arte de finales del siglo XIX fue la obsesión por el tema de la religiosidad. Es como si el arte se negara a abandonar a mediados del siglo XIX el que había sido hasta entonces su único tema iconográfico: el arte como propagador de creencias religiosas, para volver a buscar en los temas religiosos incluida la mitología antigua, su principal fuente de inspiración. No habrá una ruptura drástica. Así, esta indisoluble asociación entre religiosidad y modernidad se convierte en un lugar común de reivindicación. Los artistas entendían que el arte moderno tenía un elemento que no contaba el arte antiguo, el espíritu religioso.
No hay renovación estética porque no hay intereses artísticos, el nuevo arte puede resultar blasfemo a ojos de los creyentes, sino solo intereses religiosos y financieros
La libertad que ahora posee el artista hace que surjan nuevos modelos más cercanos a la realidad del hombre, lejos de idealismo religioso heredado del barroco que siempre había imperado. Este arte moderno no es válido para el nuevo concepto de Semana Santa, por lo que se fijan en los antiguos talleres de santeros donde perviven modelos barrocos. No hay renovación estética porque no hay intereses artísticos, el nuevo arte puede resultar blasfemo a ojos de los creyentes, solo intereses religiosos y financieros.
A todo esto hay que sumar que la industrialización ha variado el proceso creativo. Con la aparición de la industria se modifica el proceso de ejecución de la obra. Nuevas colas, bases, nueva química, nuevos elementos que hacen surgir nuevos productos, nuevos colores, nuevos aceros forjan nueva herramienta. La electricidad irrumpe en los procesos de trasformación de la madera, hasta tal punto de que con la invención en 1860 de la hoja de sierra movida por vapor aparece un nuevo elemento constructivo: el serrín.
El proceso creativo de una imagen religiosa ya no depende de un gran taller especializado, sino de un simple artesano, con buen concepto del dibujo, destreza en la talla y manejo en la policromía. Y por alguna razón que desconozco, el termino de imaginero, derivado del arte ficticio creado en las calle parisinas de San Suplicio y traído hasta España por los talleres de Olot, se arraiga en estos talleres artesanos, pasando a denominarse imagineros quien de alguna manera surte de imágenes de devoción.
No toda escultura en madera y policromada que represente un tema religioso puede ser considerada imaginería
Sin embargo, aceptando el término imaginero para denominar este tipo de actividad, no toda escultura realizada en madera y policromada que represente un tema religioso puede ser considerada imaginería. Seria basar la descripción de la imaginería en su forma, no en su contenido. El imaginero copia modelos antiguos para transmitir creencias religiosas a una comunidad de fieles. Un escultor crea nuevos modelos basados en emociones personales, posiblemente religiosos, pero son suyos.
Llamar imagineros a escultores como Gregorio Fernández, Montañés, Rueda, Roldán… y sobre todo a Juan de Juni, no tiene ningún sentido y se les hace un flaco favor. Ellos crearon nuevas formas, no copiaron ni recrearon nada antiguo. El escultor trabaja con el mismo espíritu de innovación plástica con el que trabajaron los grandes maestros de la antigüedad y pretendiendo siempre renovar de alguna manera la estética y el pensamiento de sus contemporáneos, proponiendo nuevos conceptos.
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