"Necesitamos símbolos. Su desaparición conduce a la pérdida de la identidad"

15 de diciembre de 2015

El teólogo Xabier Pikaza realizó el pasado sábado un vibrante repaso por distintos aspectos de la Navidad a través de los evangelios

|| Xabier Pikaza ahondó en distintos aspectos de la Navidad durante su paso por la Tertulia Cofrade Pasión el pasado sábado. El teólogo comenzó con un interrogante sobre el significado de esta fiesta cristiana. Después de un vibrante repaso por los distintos evangelios, terminó su intervención apelando a la necesidad de símbolos que seguimos teniendo: "Necesitamos símbolos porque la desaparición de los mismos conduce a la pérdida de la identidad. Quienes quitan el nacimiento aceptan a Santa Claus o el Olentzero porque siempre se tiene que acudir a algún tipo de símbolos". "Nuestra sociedad cristiana no puede perder la identidad navideña porque si la pierde, acabará desapareciendo. Y los símbolos nos permiten conservarla", señaló.

Al inicio de su charla, Pikaza apuntó que litúrgicamente, la Navidad es menos importante que la Pascua, aunque en muchos lugares se celebre con mayor intensidad. En la Iglesia comenzó a celebrarse mucho antes la segunda. El nacimiento de Jesús, sin embargo, tuvo que esperar más de tres siglos. Desde entonces es una celebración importante. Para comprender todo lo que implica, debemos acudir a la Escritura.

El primer evangelio es el de san Marcos y de él derivan los otros sinópticos, pero el autor no dice nada del nacimiento de Jesús, sino que comienza con su vida pública. Con san Juan sucede lo mismo. En estos evangelios se habla de la familia, de su procedencia de Nazaret o Belén… Había más textos, pero la Iglesia aceptó solo los cuatro evangelios canónicos. Había quien quería uno solo, o quienes quisieron incluir más. San Pablo tampoco nos dice nada de la infancia, salvo obviedades como que era hijo de mujer (sin decir nada de su madre) o que procedía de la estirpe de David.

Mateo y Lucas escriben una historia con la que se crean varios símbolos y se dan distintas perspectivas

Sin embargo, indicó Pikaza, los dos evangelistas que conocían a Marcos son los que sí van a decirnos algo sobre el nacimiento e infancia de Cristo. Siguen el texto de Marcos, pero tratan de perfeccionarlo. No se conocían entre sí, porque estaban separados por 600 kilómetros, pero en ambos casos entienden que deben abordar la cuestión del nacimiento y lo cuentan de una manera muy bella. Cada uno a su manera. Mateo, judío, en Antioquía, va seguir una línea más nacionalista. Lucas, en Éfeso, forma parte de la sociedad romana y conoce ampliamente la cultura grecolatina. En ambos casos escriben una historia con la que se crean varios símbolos y se dan distintas perspectivas sobre un mismo acontecimiento, explicó.

Xabier Pikaza, junto al presidente de la Tertulia | Fotos: Pablo de la Peña

Lucas es una persona con más formación, sabe escribir, tiene estilo, conoce los métodos historiográficos y utiliza prólogos y referencias históricas que insertan los hechos en la historia del Imperio romano. Y cuando sitúa el nacimiento de Jesús en Belén, lo hace coincidir con el censo de César Augusto. Realmente no fue así, porque el censo se realizó doce años después, pero es la manera de ubicar en el tiempo y de justificar el nacimiento de Cristo en Belén a pesar de que sus padres vivían en Nazaret. Mateo, sin embargo, no habla del censo. Él comienza con una genealogía que deja constancia de su estirpe judía, descendiente del rey David.

Todo indica que José y María vivían en Belén, pues allí tenían casa, no hay nada que haga pensar en la procedencia nazarena. Si un tiempo después van a vivir a Nazaret es porque tuvieron que huir a Egipto y, muerto Herodes, el ambiente era más seguro en la Galilea de Antipas que en la Judea de Arquelao. Dos explicaciones distintas para un mismo hecho. Para un romano, como Lucas, el causante y la referencia fue Augusto, el emperador; para un judío fue el rey de Judea, Herodes el Grande, detalló.

Para un romano, como Lucas, el causante y la referencia fue Augusto, el emperador, la autoridad máxima; para un judío, como Mateo, fue el rey de Judea, Herodes el Grande
Otra cuestión es la del lugar físico del nacimiento. Lucas dice que nace donde había animales, porque al niño lo colocaron en el pesebre. Pero no especifica si fue a las afueras, en el campo, en un portal, es decir, junto a la puerta, o en la parte de atrás de la posada donde no pudieron alojarse. La fecha, en pleno solsticio, es otro símbolo. El hecho de que los pastores estuvieran al raso descarta el invierno, pues Belén está en altura y por esos días hace frío al exterior. Más bien debió ser en primavera. Pero al comenzar a celebrar la Navidad se busca una fecha simbólica, la pagana del sol creciente. Se toma la fiesta romana y se le da otro sentido. La posterior cronología también está equivocada, por el error en el cálculo de Dionisio el Exiguo. Herodes el Grande falleció en el 4 a.C. de nuestra era, por lo que el nacimiento de Jesús tuvo que ser antes, hacia el 6 a.C.

La fecha del nacimiento, en pleno solsticio, es otro símbolo

Otra cuestión a considerar es la del anuncio, que varía significativamente entre Lucas y Mateo. Lucas habla de los pastores, que son personas sencillas y no le plantean ningún problema. Busca resaltar la humildad del Dios que se hace hombre. Pero esto no podía aceptarlo Mateo, judío. Para los judíos los pastores eran impuros, pues no cumplían con los rituales. Lucas, el hombre del Imperio, se sirve del ángel para anunciar. Y lo hace trazando una historia paralela entre Zacarías y María. Dos anunciaciones que acaban convergiendo en Ain Karem, con la visitación y los cánticos del Magníficat y Benedictus. Y después, cuando ha nacido Jesús, el ángel de Dios utiliza las palabras empleadas en Roma para anunciar el nacimiento del futuro emperador. Otro símbolo a considerar, apuntó Pikaza.

En el anuncio a los pastores, Lucas busca resaltar la humildad de Dios. Esto no podía aceptarlo Mateo. Para un judío estos eran impuros, pues no cumplían con los rituales

En Mateo está también presente el anuncio, pero cambian muchas cosas. Ya había cambiado el foco del anuncio de la encarnación, pues mientras en Lucas es María quien recibe la noticia, en el evangelista judío el ángel del Señor hace lo mismo a través de los sueños de José. Es una orientación más acorde con la tradición patriarcal del pueblo judío. María es la protagonista, pero el relato se articula en torno al varón. Más radical es aún Mateo en el anuncio posterior al nacimiento. Descarta a los pastores, evidentemente, y quiere dar al suceso la mayor trascendencia posible. Pero en lugar de mirar a Roma, el Imperio por antonomasia, se fija en Oriente. Para un buen judío la gloria imperial no estaba en Roma, sino en Persia. Para ellos fue siempre el gran Imperio, al que nunca fue capaz de doblegar Roma. Eran casi monoteístas, al contrario que los romanos, paganos y politeístas. Y en la época de las dominaciones, nadie trató tan bien a los judíos como los persas, sobre todo Ciro. La misión del Mesías, por tanto, debía volcarse hacia oriente. Eso mismo pensó san Pablo cuando viajó, sin mucho éxito, a Arabia, territorio vinculado a Persia. Por eso la epifanía se produce ante unos magos persas, que no eran reyes, sino unos sabios que sabían de astronomía y astrología, entonces no muy diferenciadas.

La estrella y los dones son también símbolos

La estrella y los dones son también símbolos. No hay que dar muchas vueltas a si pasó el Halley u otro cometa. Es un símbolo del anuncio, igual que el ángel. Y con los dones sucede lo mismo. En el oro no hay que ver el valor material, sino la belleza y poder de quien lo porta; en el incienso está presente el honor asociado a la divinidad y en la mirra, el perfume y su uso en la unción de los cadáveres, que refuerza la humanidad de Cristo.

Finalmente, repasó Pikaza, la matanza de Herodes, solo narrada por Mateo, nos lleva nuevamente a ubicar la infancia de Jesús en un contexto muy judío. Herodes fue cruel. Mató a varias de sus esposas e hijos, temeroso de que conspirasen contra él. La muerte de los niños inocentes, no considerada por Josefo y por tanto prácticamente imposible que sucediera, es ante todo una manera de insistir en el carácter mesiánico de Jesús. Herodes temió la conspiración y ordenó el exterminio de los niños. A partir de ahí tiene sentido la huida y el traslado posterior a Nazaret.

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