Revista "Pasión en Salamanca" Nº 16

Trabajo artesanal de románticos


Nº 16 Semana Santa 2009
Director: F. Javier Blázquez
Consejo editorial: J. M. Ferreira Cunquero, Antonio Borrego, Juan Ramajo y Abraham Coco

Índice

  • Editorial: Autocrítica y bisturía
  • Índice
  • Cristo, de Andrés Alén
  • La séptima palabra desde la cruz, José-Román Flecha Andrés
  • Resucitó, Jesús Sáez Cruz
  • Dura muerte, muerte de amor, Xabier Pikaza
  • ¿Cuánto falta?, Fructuoso Mangas Ramos
  • Semana Santa y turismo, Gonzalo Rivas
  • Pasado, presente y futuro de la caridad..., Silvia Mª Pérez González
  • El salmo "Miserere" (salmo 50), José Manuel Hernández Sánchez
  • Dolor compartido, María Luis Mora Alameda
  • La Pasión según Massimiliano..., Massimiliano Tonelli
  • El principio de la incertidumbre en los relatos..., Asunción Escribano
  • La luz de la piedra, Luis Felipe Delgado
  • Momentos de Semana Santa, Roberto Haro y Ferreira Cunquero
  • Contrapunto: "Cuestión de sexo...y de formas", Abraham Coco
  • Línea editorial: Nuestros tontos de capirote
  • El centurión romano, Ricardo Fernández
  • El canto de la Pasión en Pedrosillo de Alba, Rosa Mª Lorenzo
  • Santo sepulcro, H. S. Tomé y J. M. Ferreira Cunquero
  • Núñez Solé: Meditaciones en el hormigón, Montserrat González
  • El papel de las cofradías y tertulias, Conrado Vicente
  • La Semana Santa de Tarragona, Josep María Sabaté i Bosch
  • Una tradición Pontana, la vieja cuaresmera, Juan Palacios Ávila
  • Tradiciones gastronómicas de la Cuaresma, Santiago Juanes
  • La niña de los cuchillos del aire, José González Torices
  • Cartel "Pasión en Salamanca" 2009
  • Flor de azahar a Salamanca y su Semana Santa, Enrique Barrero

    - Portada: "Procesión", acuarela sobre lienzo de Jerónimo Prieto. Diseño: Rafael Cid Tapia
    - Ilustraciones: Jerónimo Prieto, Andrés Alén, Salud Parada, Fernando Mayoral, Miguel Ángel Gasco, Rafael Cid Tapia, Miguel Gosálvez, Jesús Cobos, Alejandra Rodrigo del Amo, Mario Marchesini y Ángel Luis Iglesias.
    - Fotografías: Roberto Haro, Óscar García, H. S. Tomé, Ángel Benito Sánchez, J. F. Santos Barrueco, A. Malmierca Mateos, J. M. Ferreira Cunquero, Josep María Ríos y FERVI

Editorial

Autocrítica y bisturí

Contemplar el propio ombligo de manera prolongada es una de las tendencias más arraigadas e inútiles que caracterizan el actuar humano, el del individuo y el del ser socialmente organizado. Las gentes de nuestra Semana Santa procesional no son ajenas a este hábito y con morbosa delectación fijan la mirada en sus hermandades y desfiles para concluir siempre, cargados de razón, que la suya es la mejor. Aquí y en todas partes. El problema es que algunos, muy pocos, tienen la razón, la mayor parte abunda en la percepción errónea y unos cuantos rayan el más absoluto de los ridículos.

Si nos atenemos a los diferentes estilos o modelos del desfilar cofrade, parece claro que cinco o seis ciudades podrían justificar su presencia en parte alta del podio. Con sus virtudes y defectos, las procesiones que organizan son realmente grandiosas. Las otras, inconscientes de sus carencias, se pavonean y encaraman al pedestal virtual que ellos mismos diseñaron. Y están, por otro lado, las pequeñas ciudades o pueblos que, conscientes de no poder competir en la división de honor, se disputan la cabeza de la categoría de plata. El caso es estar arriba, siempre en la cúspide.

Somos conscientes de que éste tendría que ser un debate secundario. La finalidad de las hermandades es otra, anunciar el mensaje redentor de Jesús el Nazareno y asumirlo los cofrades en la propia vida, tomando como referencia los misterios de su pasión, muerte y resurrección. Sobre el cumplimiento o incumplimiento del objetivo prioritario debería gravitar la discusión. Pero las cosas son como son. La estética de las procesiones cuenta y el decoro en la salida no está reñido con la observancia de los cometidos. De esta forma, si hay que debatir, debatamos, pero fijemos los criterios y analicémoslos aséptica y desapasionadamente. Para ello hace falta, fundamentalmente, capacidad de autocrítica.

A todos nos gusta lo nuestro, la Semana Santa, la hermandad, el desfile y la imagen de devoción. Y se puede querer lo propio reconociendo que no es lo mejor. No hay contradicción en ello. En privado y, llegado el caso, en público. ¿En qué foro o encuentro se presenta un dirigente cofrade para reconocer errores y tratar de enmendarlos? No es lo habitual, desde luego. Y ahí está la clave. No podemos mejorar sin reconocer que algunas cosas están mal. Si queremos unas procesiones dignas, deben estar de acuerdo con la celebración litúrgica, es preciso cuidar detalles y ornamentos, evitar aquello que limite con el mal gusto… Si no existe la autocrítica es imposible mejorar. Y el desconocimiento no puede ser un eximente. Para eso están las personas que sí tienen criterio.

El 7 de abril del pasado año se celebró en el Ayuntamiento de Salamanca una reunión con todos los dirigentes de cofradías. La autocrítica brillo por su ausencia. Si algo salió mal fue por la meteorología o los imprevistos ajenos a la organización. Entre lo mucho que se dijo volvió a mencionarse la tan cacareada comisión de expertos que asesore a las cofradías so-bre la idoneidad de las nuevas adquisiciones o cambios a efectuar. Como siempre todo quedó retórica. Y así nos luce el pelo, que teniendo medios para lograr una Semana Santa estéticamente increíble nos quedamos en un puesto que no se corresponde con el que la po-tencialidad indica. Pero nos miramos el ombligo con deleite y exhibimos en el podio virtual la medalla que nos hemos concedido. Algunas mentes más preclaras, en el tú a tú, lo reco-nocen. Sin embargo el foro público, el micrófono o la cámara parecen irradiar un efecto paralizante. Y es que, claro, ¿a ver quién es el guapo que le pone el cascabel al gato? O, para empezar, y remedando a Joaquín Costa, lanzamos el reto por si hay alguien dispuesto a erigirse en cirujano de hierro y, sin que le tiemble el pulso, comience por extirpar las ex-crecencias que de momento suponen el desdoro más llamativo de nuestras procesiones.